Gredos, 1977. — 392 p. — (Biblioteca románica hispánica: II Estudios y ensayos 265).
Contra lo que pudiera parecer, queda todavía mucho por investigar en la historia de la lingüística. Autores notables hay de los que nadie se acuerda, al menos con referencia a este campo. Ideas que pasan por del todo nuevas no lo serían tanto, estrictamente consideradas, si se estudiaran como es debido sus orígenes. No están señaladas con precisión las conexiones conceptuales entre las grandes figuras. A estas conclusiones se llega al leer los estudios de Eugenio Coseriu, tan reveladores. Principales autores examinados: Saussure, Luis Vives, Giambullari, Adam Smith, Thurot, Humboldt, Heyse, Gabelentz, Amado Alonso (maestro de larga influencia sobre la lingüística iberoamericana), etc. Materias: teoría del lenguaje, semántica, tipología, etimología, traducción y otras.
En lingüística, como en literatura o en cualquier manifestación cultural, tradición y novedad se necesitan mutuamente. Ninguna teoría, por revolucionaria que sea, surge de la nada. El mismo Saussure no fue un solitario genial. sino que aprovechó intuiciones anteriores (Gabelentz, Whitney, etc.), combinándolas con otras suyas en una nueva síntesis. Los conceptos de lengua - habla, sincronía - diacronía, arbitrariedad del signo, por ejemplo, y habían aparecido en otros lingüistas. Ante un Humboldt, Coseriu se imagina asistir a la fundamentación de la lingüística moderna. Toda ciencia ¿no es un dar vueltas a las mismas cosas siglo tras siglo? Claro que en la tradición se producen saltos, huecos de continuidad (y de información), lo cual explica que una y otra vez se vuelva a «descubrir» lo ya descubierto: Vives se anticipó a los románticos alemanes en sus teorías sobre la traducción, pero ¿quién lo sabe hoy? ¿Y qué decir de las aportaciones de un gramático dieciochesco tan oscuro como Thurot?
Falta humildad en ocasiones. Falta leer y saber leer. Conocer el pasado lejano, y no sólo el inmediato. Nadie tema que sus «ídolos» se. reduzcan a polvo al averiguarse las fuentes en que bebieron. Con esa actitud no se logra sino perpetuar errores o dar palos de ciego y recibir auténticos coscorrones. Coseriu ha puesto su gran saber, su rigor sistemático y su capacidad crítica al servicio de la historia de la lingüística. Los presentes estudios admiranJp mismo en los cotejos directos entre autoreS que en el panorama general sobre la actividad lingüística iberoamericana desde 1940 a 1965. Por lo general, es como si Coseriu incitara al lector a repensar las cosas que creía sabidas. Mejor aún: es como si un rayo de verdad -venciendo toda resistencia- llegase a alumbrar olvidados y polvorientos escondrijos de la historia.